Hablar de insumos veterinarios no es solo pensar en “medicinas”. Es planear, con rigor, todo lo que mantiene a los animales sanos y productivos: biológicos (vacunas), farmacéuticos (antiparasitarios internos y externos, antibacterianos), desinfectantes y sanitizantes, material de curación y dispositivos (jeringas, cánulas, termómetros), además de los registros que le dan trazabilidad al manejo. Cuando ese sistema funciona, baja la mortalidad, mejora la conversión alimenticia y se estabiliza la producción. Dicho en simple: menos días perdidos por enfermedad y más kilos/huevos/leche vendidos.
Qué entendemos por “insumos veterinarios” (y por qué ordenarlos bien)
En una granja bien gestionada, el “botiquín” no es una caja desordenada, sino un programa. Los biológicos exigen cadena de frío —cold chain (cadena de frío)— y control estricto de lote y fecha; los fármacos requieren protocolos claros de uso y período de retiro —withdrawal period (tiempo mínimo entre la última dosis y la venta de carne/leche/huevos). Los desinfectantes y sanitizantes forman parte de la bioseguridad, que es el conjunto de barreras para que los patógenos no entren ni se dispersen.
Una palabra sobre siglas: GMP (Good Manufacturing Practices = Buenas Prácticas de Manufactura) garantiza calidad del fabricante; SOP (Standard Operating Procedure = Procedimiento Operativo Estándar) asegura que, en campo, todos apliquen el mismo paso a paso; EPP (Personal Protective Equipment = Equipo de Protección Personal) protege a tu gente cuando manipula biocidas o fármacos. Llevar estas tres piezas al día marca la diferencia entre improvisar y gestionar.
Vacunas, antiparasitarios y antibacterianos: uso responsable, resultados sostenibles
Las vacunas preparan el sistema inmune para responder mejor y más rápido. El calendario debe adaptarse al estatus sanitario de tu zona, al flujo de animales (ingresos/egresos) y a la especie. Sin registro ni cadena de frío, una vacuna “no cuenta”: conserva entre 2–8 °C, evita golpes de calor y agita suavemente antes de usar.
Los antiparasitarios (internos y externos) protegen eficiencia alimentaria y bienestar. Una coproparasitología periódica (examen de heces) ayuda a decidir cuándo tratar y con qué rotar. Evita tratar “a ciegas” y repite dosis sin diagnóstico: es la ruta más corta hacia resistencias.
Con los antibacterianos (antibióticos), el foco es la RAM —Antimicrobial Resistance (AMR), Resistencia a los Antimicrobianos—. Usarlos sin cultivo/antibiograma, a dosis o tiempos inadecuados, o de modo “preventivo” crónico, erosiona su eficacia. Pauta básica: diagnóstico, molécula correcta, dosis y duración completas, y respeto al período de retiro. La meta no es “no usar nunca”, sino usar bien.
Bioseguridad: el mejor “producto” es el que evita el brote
La gran mayoría de problemas sanitarios se ganan o se pierden en el manejo: cuarentena de ingresos, control de tránsito de personas y vehículos, limpieza y desinfección con productos adecuados (detergente, enjuague, desinfectante en la dosis correcta), control integrado de plagas y manejo de cadáveres/residuos. Un buen desinfectante mal aplicado es, en la práctica, agua cara. Documenta diluciones, tiempos de contacto y superficies objetivo en tus SOP.
Almacenamiento e inventario: pequeño sistema, grandes ahorros
Separa biológicos (refrigerador con datalogger), fármacos (estantería limpia y seca), y biocidas (gabinete ventilado y con fichas de seguridad a mano). Etiqueta cada frasco con fecha de apertura y aplica FEFO. Un inventario mensual simple —stock keeping unit (SKU) = unidad de mantenimiento de stock— evita compras duplicadas y quiebres que te obliguen a improvisar.
